La formación del grupo

Apreciados amigos y colegas:
Detrás de esta idea de argumentar sobre el ejercicio de la medicina y, por supuesto, del acto médico, está el deseo de unirnos moral y efectivamente para afrontar con actitudes y ejemplos adecuados las descalificaciones, agresiones y otros maltratos, obviamente inmerecidos, que hemos recibido y continuamos recibiendo los médicos en este momento en Venezuela y otras partes del mundo.
El resultado de esta experiencia lo iremos construyendo entre todos.
He invitado un grupo de colegas para que sean autores y publiquen en el blog sus opiniones razonadas o textos de otros que consideren relevantes.
Las sugerencias sobre otros posibles autores invitados son muy bienvenidas.
Nuestra esperanza es que los colegas puedan leer y comentar lo que aquí escribiremos, y de los escritos y esos comentarios, extraigamos el curso de nuestra acción de aseveración de la esencia del acto médico como un acto bueno, solidario y generoso.

viernes, 29 de agosto de 2014

La salud en un brete



(Artículo de opinión publicado en el diario El Nacional (http://www.el-nacional.com/opinion/salud-brete_0_472752843.html), el viernes 29 de agosto de 2014)
Me ha impresionado en estos últimos días la distancia que han puesto de por medio los ciudadanos de este país respecto de los problemas de salud que nos aquejan. El gobierno, ya lo sabemos, se enreda en sus propios tejidos de dimes y diretes y al final no resuelve nada y lo poco que hace se tranca en un enredo burocrático que parece un ovillo del cual sacar un hilo es apretar el resto y terminar en un nudo insoluble o gordiano, como gusta definirlo J. Rodríguez Iturbe.
Todos sabemos de las carencias de medicamentos, que hasta los oficialistas padecen. Algunos saben además de la falta de insumos para tratamientos de diálisis y quirúrgicos, como las anestesias, las lentes intraoculares, los “stent”, las prótesis, catéteres, bolsas de colostomía, etc. Los menos, saben de la ausencia de repuestos y equipos nuevos.
Las autoridades gubernamentales, culpables definidos de las actuales carencias esquivan sus responsabilidades y la toma de decisiones con argumentaciones sin peso específico y palabras vacías. Muchos hemos venido dando alertas por la prensa y en nuestras columnas de opinión, repetidamente y con creciente mortificación. De nada ha valido. Ya no sabemos que lenguaje utilizar, a que Santo rezar ni cual panorama pintar.
Ha sido inútil la mortificación; el camino del desastre en la atención médica ya se inició. Desafortunadamente las estadísticas son números que no piensan ni se pueden esconder. No afrontar los problemas de salud a tiempo y con constancia hace que el incremento de los mismos sea exponencial. Lo que hoy es curable, mañana no lo será y flagelos casi desaparecidos como el paludismo y la tuberculosis han reaparecido y otros regresarán con más fuerza y mayor inquina. Las invalideces por enfermedad se incrementarán y un país joven, hoy con pocos inválidos, verá aumentar la necesidad de una asistencia social más extendida que cubra esas necesidades, cuando apenas nos iniciábamos en las coberturas de desvalidos, inválidos, enfermos crónicos y enfermedades catastróficas.
Nuestro futuro de asistencia sanitaria, a todos los niveles, de angustioso y gris pero lleno de esperanzas, se ha tornado en triste, oscuro y desesperanzado, que en este caso significa regresar a las cifras estadísticas de salud de los primeros 50 años del siglo XX. Cuando otros países , al igual que nos tocó a nosotros hacerlo en su momento, rozan las estadísticas maximizadas del siglo XXI, aquí por descuido, enredo, negligencia, sordera y maldad, vamos para atrás.
Nuestra capacidad de atención médica tan excelente en el pasado y tan desilusionante hoy, representa una frustración más para el venezolano que había logrado aceptar y comprender la medicina moderna, con sus sofisticados procedimientos diagnósticos y terapéuticos y con medicinas maravillosas de probada efectividad que habían desplazado la charlatanería, el chamanismo, la brujería y competían con ventaja con algunas de las otras medicinas alternativas. Ahora, para desgracia colectiva, nos vemos relegados a esperar para ver, rezar y pedir auxilio a santos milagrosos, a aguantar callados y a pensar de forma determinista que es un destino del que no podemos escapar.
Estamos demasiado callados. Demasiado quietos. La inercia de todos es conmovedora. Estamos paralizados. La desgracia nos embarga paulatina e implacablemente y aquí estamos: quejándonos y buscando y haciendo colas para ver si conseguimos algún remedio igual o parecido al prescrito por el médico y no es muy tarde para continuar el tratamiento interrumpido.
¡Qué pasividad más absurda! Todos somos culpables, unos por no haber hecho lo que debían y otros por haber aceptado esta situación.

miércoles, 13 de agosto de 2014

Algo sobre salud. Alerta roja.


(Artículo de opinión publicado en la revist electrónica Analítica.com (http://analitica.com/opinion/algo-sobre-salud-alerta-roja/ ), el miércoles 13 de agosto de 2014)
Los temas médicos y sobre salud en general están muy candentes. Prácticamente no hay conversación entre venezolanos que no tenga que ver con algún aspecto triste y hasta desesperado de la salud. Si no es la escasez de medicinas, es la dificultad para ser atendidos y obtener diagnósticos y tratamientos adecuados. Últimamente ha repuntado la inseguridad en la que se ven forzados a ejercer los médicos en los hospitales que han sido profanados por manos asesinas.
En el meollo de esa situación de descuido y negligencia sanitaria no sólo están los dólares que no dan para la importación de sustancias farmacéuticas e insumos médico-quirúrgicos básicos, esta también, como en casi todo, la corrupción y la criminalidad desatada en la nación. Particularmente serio es el problema que ha generado la impunidad, que ha agravado las dificultades hasta el punto en que los únicos mortificados y sufridos son las víctimas inocentes que no encuentran los medicamentos que necesitan o estos están vencidos y por tanto ineficaces y hasta dañinos. A la falta de remedios se le juntan ahora la desilusión y la rabia endógena capaz de generar hipertensión, gastritis y gran angustia, por decir lo menos, al ver y entender la ciudadanía que el gobierno no ha hecho, no hace y no hará nada por corregir la corrupción, la negligencia y la falta de interés en cuidar a los enfermos y prevenir males peores.
Ya van varias veces que se descubren grandes cantidades de medicamentos arrumados, botados o escondidos, vencidos algunos e inútiles los demás por estar almacenados en condiciones inadecuadas. También ha habido problemas serios, más o menos constantes con las falsificaciones de medicamentos y las supuestas medicinas que no son tales, por ser inertes o simplemente venenos.
Sobre las compras de medicamentos vencidos ya se pronunció el TSJ: Nada que hacer… Con el gobierno no se metan y si vienen de Cuba, menos. No hay culpables y como se prohíbe investigar, tampoco se sabrá nunca cómo evitarlo.
Ya nuestros problemas de atención a la salud dejaron de ser estrictamente locales. Venezuela está en boca del mundo científico y médico internacional como bien lo relata un artículo de la Revista SCIENCE de Agosto de 2014 (Vol 345 Nº: 6196, pág.: 499) en el cual además se informa del repunte de viejas enfermedades infecciosas, como el paludismo, el dengue y flagelos derivados de la falta de atención preventiva como la mortalidad materna, ya superadas en el pasado y que representan una caída brusca y fatal del cuido del estado hacia sus ciudadanos. Tristemente el artículo termina con la información de que el 40% de nuestros médicos recién graduados emigran en busca de horizontes y posibilidades mejores de ejercer su ministerio de cuidar, asistir y aliviar de sus dolencias a los seres humanos, aquí o en otro sitio.
En el exterior saben bien de la calidad de la formación médica de nuestros graduados, de su dedicación y habilidades profesionales. Aquí pareciera que quienes deberían entender ese aspecto de nuestra profesión, más bien desprecian y descalifican esa calidad a la hora de prestar el servicio que deben prestar, limitándolos en el uso de recursos a ellos y a los pacientes.

miércoles, 31 de julio de 2013

Simón y la salud

Los médicos venezolanos estamos a la espera de escuchar y leer las opiniones de algunos de nuestros colegas más sesudos respecto de las nuevas disposiciones que ha impuesto el gobierno nacional. Me refiero al decreto de regulación de los precios de las clínicas privadas: Providencia Administrativa 294 (Gaceta Oficial 40.160.
Pocas voces se han levantado hasta el momento. En privado muchas, en público casi ninguna. No creo que sea por miedo, más bien por perplejidad y por la espera de ver que nos va a tocar a los actores de ese drama, porque por ahora están “regulando” los teatros, pero luego, es obvio, lo harán con los autores de los guiones y los actores.
No entiendo que es “regular” según lo planteado en esa providencia administrativa, porque si regular es calcular todos los costos reales, incluyendo las depreciaciones, ganancias de capital y la reposición de equipos e inventarios, la capitalización y ahorro para nuevos equipos y tecnologías, así como las eventuales pérdidas por obsolescencia y asistencias en situaciones catastróficas, todas situaciones, costos y programas que las clínicas privadas deben tener, es un absurdo de marca mayor fijar precios a los servicios sin haber estudiado individual y colectivamente esos costos mencionados. Fijar precios a las clínicas sin estudiar sus costos es ahogarlas y condenarlas al más rotundo fracaso.
Una clínica privada no tiene el apoyo gubernamental. El gobierno, para sus hospitales, puede, si lo desea, no tomar en cuenta los costos que mencioné antes, pero sus responsabilidades incluyen necesariamente todas esas situaciones y tendrán más tarde o más temprano que resolverlas. Los privados, no. Nosotros no cobramos impuestos a nadie, cobramos lo justo para mantener andando nuestros servicios médicos con poco o ningún beneficio, por ejemplo, en los últimos veinte o más años yo no he recibido un bolívar de beneficios de mi participación accionaria en la clínica privada en la que laboro diariamente, todo se reinvierte en mejorar nuestros servicios y el verdadero beneficio a los accionistas es la calidad del servicio que prestamos y el adecuado, eficiente y agradable lugar y ambiente en que lo hacemos.
Es probable que la medicina privada deje de existir dentro de algún tiempo, pero primero habrá que tener con que sustituirla y aquí no tenemos cómo hacerlo, hoy. El mañana está bastante lejos. Entonces la solución no es estrangular la medicina y asistencia privada, es hacer que la pública por su calidad y ubicuidad sea preferible. Llámennos a integrar el sistema, dótennos de posibilidades, dennos sueldos dignos que nos permitan vivir adecuadamente y continuar formándonos. Hasta las piedras saben que los médicos estudiamos todo el tiempo, toda nuestra vida útil profesional.
Recientemente Simón, un primo, que es un mortificado colega, médico internista y cardiólogo, ha escrito una carta pública dirigida a sus pacientes, familiares y amigos, que toca estos puntos muy sentidamente y con la ansiedad propia de quien sabe que se le ha impuesto una sentencia letal sin juicio y sin defensa posible, con sólo la presunción de la que es capaz una ideología trasnochada que cree que las cosas que benefician a la humanidad se aplican y organizan solas. La de él es una de las pocas voces que han sonado en ésta ocasión. Necesitamos de todos para que nuestras opiniones al unísono demuestren nuestro compromiso con la salud y el rechazo a la imposición de precios a la fuerza a los servicios que prestan las clínicas. Precios desarticulados de la realidad del funcionamiento y costos que les toca afrontar para su funcionamiento óptimo.

martes, 7 de agosto de 2012

Rompiendo una lanza


(Artículo de opinión publicado en la página 7 del diario El Nacional, el 20 de julio de 2012)
Últimamente me he sentido más anacrónico que de costumbre. Completamente fuera de tiempo y desprovisto de los nuevos valores culturales y morales en boga, o sobrecargado de los viejos valores por los que he vivido con orgullo, al igual que lo hicieron mi padre y mi abuelo, ambos médicos formados en el Hospital Vargas.
Con esa sensación es fácil entrar en conflicto con el diario vivir en el mundo de hoy y más en esta tierra venezolana, tan actualizada para lo inconveniente y practicante de la imitación de aquellos que apabullan con su poder sin consideración de sus deberes y los derechos de los demás.
Convivir es difícil, pero lo es aún más, cuando la convivencia exige la sumisión, la pasividad y la aceptación de lo inaceptable.
Está claro que el camino de los pueblos no puede ser el de la pasividad y la sumisión. No es ese el camino de nadie. No puede serlo. Las personas asumimos que somos únicos e individuales y que nuestro destino nos pertenece y compartirlo nos hace crecer como seres humanos. Decidir lo que queremos ser, hacer y decir, es la base de nuestra libertad. Crecer como personas nos convierte en modelos y ser modelos es la forma de inspirar personas que serán mejores ciudadanos.
Los médicos hemos sido, tradicionalmente, modelos de entrega, de vocación de servicio, de apoyo personal y familiar. Siempre nos hemos considerado una hermandad que junta sus esfuerzos en beneficio de nuestra sociedad y que recibe de ella el respecto y la expectativa por nuestro mejor hacer. El ejercicio de la medicina es una forma de vivir. Nuestros conocimientos, autoestima y respeto personal son la esencia de nuestra dignidad y de nuestro sano y esperanzador ascendiente sobre la sociedad y los aprendices que nos sucederán.
Por esas razones llamo a la reflexión a nuestros colegas. No puedo creer que ante los atropellos sufridos por los médicos de los hospitales maltratados y abandonados, ante el espectáculo lamentable del Hospital Vargas de hoy día, de la falta de insumos y la dificultades de atención en otros hospitales y las retaliaciones gubernamentales contra los desesperados colegas que informan a la sociedad de aquello que la perjudica e impide a los médicos ejercer su ministerio, nuestra reacción haya sido tan tibia y poco contundente. ¿Dónde está la lucha gremial y la solidaridad?
¿Qué pasa, tenemos miedo?
¿Los únicos médicos sin miedo son los que informan y denuncian las barbaridades y el Dr. Muci Mendoza, que nos recuerda en sus escritos el dolor de la tragedia del ejercicio profesional en este país, o somos más?
¿Hay alguna otra solución diferente a emigrar o callar y esperar tiempos mejores?
¿Qué nos pasa? ¡Por Dios santo! ¿Qué nos pasa? ¿Es la política o la desidia?
Todos los médicos somos o deberíamos ser líderes de opinión y servicio a la sociedad.